EL HILAR
Una luz muy bella, inesperada y fraudulenta, ha besado mis ojos que dormían plácidamente en una sábana de arena pulida que el tiempo intenta darle sabor a cristal. Entre parpadeos ligeros y confusos, tambaleantes y nerviosos, se acostumbraban a esa luz que me invitaba a levantarme y ver lo que en esa mañana había dejado la lamida contagiante de ese gran vacío que existe entre los ojos sin luz.Me levanté, y vi sin disturbio que tres sonrisas me vestían de su gracia, se confundían entre mis parpadeos, entre lo real y el sueño que me acarició aquella noche.
Sonreí, me quité la fantasía de un estirón que me devolvía al mundo del hombre; me di cuenta que estaba con un ropaje negro, no un negro acostumbrado, era de un vacío, estaba vestido de universo, de religión, de ojos abiertos, sin nada dentro.
- ¡Estás listo hermano! - una de esas sonrisas me sacó del aturdimiento, las vi, eran tres seres que no me incomodaban, ni me pregunté de donde habían salido.
Una de ellas, la mayor, que me llamó hermano, se acercó a mi; era una anciana; me repetía si estaba listo - ¿Hermano? Porqué me dices eso si no te conozco, no se quienes son - ¡Ay hermanito! Estás tan contagiado de humanidad que no sabes ni quien eres; gesto de hombre…Yo soy menor que tú, pero nacimos juntos cuando diste tu primer pensar, ¿Lo recuerdas? Fue ahí que te apartaste de los demás. Soy yo la que llevo este hilo que he dedicado para ti -. Viéndolas me volví “yo”, tan lleno de mi cultura, no entendía nada; mis ropas me pesaban, mientras más trataba de entender, mis ropas expedían un olor horrible, a ciencia, a verbo… Todo se volvía confuso, tanto que mi cama me invitaba a dormir, era ahí que estaba más tranquilo, sin ver, oler, sentir o pensar. - ¡Ven mi querido hermano! - hablando esto se acercó a mí la que se mantenía callada; vi sus ojos, me sumergí en ellos y vi a mi madre, a mi Luna, a mi llorar.
- ¡Quítate esa vestimenta! Ya no sirve, debes recordar que somos hermanos- Diciendo esto, las tres mujeres me rodearon y me quitaron las ropas vacías. Desnudo, sin vergüenza alguna, me sentí libre y mis ojos se abrieron más, vi todo y no era un todo, lo que era, era mucho más, entendí que era el tercer amanecer, lo entendí todo.
- ¿Estás listo? Toma esto y vuelve a vivir. Hoy nos ayudarás a tejer un cordón de luz y de colores, está incluido el color del olvido, de la fe, del vacío y del todo. La unirás con este cordón que nuestra hermana la hizo de tus lágrimas mientras estabas durmiendo en el mundo de los hombres… - Entusiasmado por todo esto, tomé los hilos y las amé, reconocí mis lágrimas, mis alegrías y mi vacío, todo estaba ahí. La anciana sacó de entre sus ropas viejas un pequeño objeto que al ponerlo en el suelo creció hasta mi parecer. Era un hilar, uno de oxidada alegría, de mundo y de cabellos del tiempo.
Me senté en ella y todos sonreímos – Es tu turno hermano, no temas, no todos pueden hacer esto, sólo algunos nos han ayudado; nosotras te guiaremos hasta que te des cuenta de que tu solo lo puedas hacer. Está en ti, lo que nosotras queremos aprender-.
Pensé, y acomodé los hilos que me habían dado, debía continuar un cordón que las mujeres habían tejido; al ver aquella hermosa obra, vi el mundo, lo que está y lo que fue, pequeñas hebras que se salían por el tiempo. Me fijé bien y empecé a obrar, las uní, fue extraño, vi a mi madre sonriendo a mi padre y me sonrojé…Entendí y con tal fluidez comencé a tejer aquel cordón de colores que combinada con otros hilos del vivir.
(Setil de Bargam)
(11/06/2006)
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