miércoles, 6 de febrero de 2008

Una Historia para Navegar en los Sueños

Navegante de Destinos
(A una amiga que sabe soñar)


Durante años he navegado por los siete océanos del destino
y he llevado siempre conmigo mi pequeño libro de historias;
de papeles blancos que en cada aventura
recrean cada huella que dejan los versos
que hoy son canciones que lleva el viento por allí…

Siempre he vivido al borde de mis aventuras
y sé canciones que me ayudan a llenar mi libro de sueños
y cada uno de ellos es una mirada distinta
y un final entre lagrimas que nos han enseñado a vivir.

Fui adornando los cielos de estrellas soñadoras
y desde mis olas que deja mi barco de papel
tejí un pequeño camino
que llevaba directamente a las faldas
de la Luna.

Pero hay momentos en mi historia
que termino perdido y me encuentro sin estrellas
que me ayuden a no caer;
termino enfermo lleno de soledad
y el naufragio es más duro
entre la multitud que me ve diferente
y me dicen que ya no hay amor.

Es en ese instante de incomprensiones
que termino sin alguien a quien escribir,
con mis hojas en blanco
e historias débiles que se quieren marchitar.

Pero la Luna es noble y gentil,
nunca deja a sus poetas caer en el olvido del destino,
y agitando sus velos
rompe mis naufragios
y me muestra una imagen que me hace escapar
de mi soledad.

Miré hacia la tierra
y vi unas huellas que crecían al borde
de un destino igual al mió.

La vi sentada observando
la diferencia de sus pasos
y escuchaba una canción dedicada a una princesa
que ella misma la tenía en sus ojos
por ser distinta a las demás.

Tres estrellas empujaron mi pequeño barco de papel
y la dejaron junto a una plaza
que estaba ansiosa por ser las manos
de esta historia que nacía de un lápiz aprendiz.

Aun no llegaba,
pues ella caminaba distinta entre los niños que no entendía,
y se sentía sola sin oídos que la escuchen
y sean parte de sus huellas
que terminen en una grata amistad.

No me fue difícil
entrar a sus ojos y conocer sus imágenes
pues entrando con tres pasos y una canción,
vi sus recuerdos desde los velos que dejaban sus sombras al caminar:

Sus oídos crecieron en canciones
que su hermano sin pensarlo
creó las huellas de un magnifico ser
que con el tiempo será portadora del don más noble
que es el soñar con una vida mejor.

Camina lenta en su silencio
pues tenía mucho que decir,
y en sus labios tenía mas que un libro de historias;
sino mas bien la cura de muchas que querían morir.
Creadora de imágenes y verbos
luchaba por dar la diferencia entre los ojos
que copiaban sus figuras
y las letras que tanto le gustaba realizar.

Pero era el momento de sobrevivir
y no dejar que las historias mueran
en el naufragio de la soledad.

fue entonces que unas canciones
amurallaron la soledad
y la trajeron a esta lejana plaza
de sueños e historias aun perdidas
por su mezquindad.

sentados sin conciencia del tiempo y el destino,
en un banco que miraba las estrellas,
escuché a sus ojos
y vi que era distinta a las demás flores que crecen en este mar.

Escuché cada paso suyo
y junté cada retazo de sus huellas
y con ellas reconstruí mi barco de papel,
y en su mástil de luz
se posaron dos lechuzas
que adornaron esa historia
con la misma sonrisa que me hizo salir
de mi soledad.

Sus palabras me curaron
cada herida que la soledad me había causado,
pues ya no estaba sólo
y la luna sonreía
pues me enseñó los pasos de una amiga
que estaba tan ansiosa como yo
de ir navegando por los destinos
en busca de más historias que contar.

Partimos y ya no había soledad,
no habían más pensamientos perdidos
pues ya encontramos una ruta precisa
que nos alejó del borde de las lejanías
pues esta vez habían estrellas
que nos guiarían en nuestro andar.

… En sus labios navegaría mejor.

*****

(Inspirado en la canción “Pastillas” de Daniel F del álbum tres en zona 103)

(Escrita el 05 de febrero del 2008 acompañado de una amiga que me hizo alejar de la soledad)

(Setil de Bargam)

domingo, 3 de febrero de 2008

Historias a partir de daniel F - sueños

El Cantar del Alma Perdida

En las faldas de una Luna perdida, andaba bien escondido un trovador que tenía su suerte disfrazada de insomnios desprevenidos que esperaban con ansias su ojerosa y añorada canción.

En una tarde que se preparaba para recibir a la primavera, vino sin importarle las constelaciones del amor, el rodar indeciso y frío de los dados que la muerte envió precisos para que cayeran en el alma escondida del trovador que mirando su bola roja de alegría, recibió la fatal noticia que la luz que acompañó su vida se extinguió para no volver más...

Todo canto y verso de sus labios se opacaron al ver que los ojos que inauguraban su canto ya no las verían más que en los recuerdos donde las lágrimas revelarían que ya no está…

Cada paso del tiempo lo vivía aferrado a esos recuerdos que lo aterraban mientras los ecos burlones se acercaban con los chasquidos de los dados de la muerte que lo atormentaban con la puerta cerrada por donde nunca más saldrá esa luz que desde niño acompañó sus juegos y esa nave espacial que nunca pudo volar.

Su voz quedó enmudecida y sus dedos olvidaban el sueño de unas cuerdas que caían de cabeza mientras rogaban que en ellas nazca un solo canto más para no ser burlados por la realidad.

Ese mundo era pequeño y no existían distancias entre las penas que llegaban a sus ojos como imágenes vivas que subestimando su alma de poeta llenaba de retratos tristes el corazón del trovador que agobiado por tanta pena, y ante el asombro de las parcas que reían de su agonía; éste cantor que vivía enmudecido, rasgó los velos de las faldas de esa Luna perdida y como es propio de un destino bañado en versos; Una guitarra envuelta de recuerdos lo esperaba mientras consolaba las cuerdas que al ver que una canción iba a nacer, abrazaron al hombrecillo de pino y juntos se albergaron entre los brazos del trovador que despertaba ansioso de sueños.

Miró hasta lo más lejos de los viajantes y no encontró mejor dicha que clamar el canto de un poeta que llevaba su alma junto a la suya y que sus letras eran las que a su luz perdida lo iban a amarrar y sin importar que lo asfixie cantaría a esa alegría que en vida se pudo matar y que dio noticia que muchos la querían…

Cerró los ojos y fue el mismo viento que trajo el silbido suave que una flauta sonora que daba el inicio a esta tierna canción:
*****

“Es en vano
esperar esos tiempos otra vez Es en vano seguir callando todo Es en vano aguardar que tus ojos me abracen de nuevo
y que tus olas se rompan aquí
donde el Océano ha naufragado
y un barco se llevo hasta la brisa y hasta tu risa Es extraño abrazar esos días otra vez
y sentir como se apaga el mundo Es en vano aguardar que tu tacto me vuelva ha envolver
y que tu puesta de sol sea conmigo en ese Océano seco y salado
y un horizonte que me oculta con prisa tu pequeña sonrisa Es entonces que al fin pude ver las estatuas de vidrio, de cera y de sal
que traslucían tu recuerdo de viajes en dunas La fracción de un segundo infinito Esa imagen de un gato sin luna, ese vuelo del águila herida,
de una música eterna locura, de una madre y un padre amorosos,
una nube sacada de un pozo que me repetía que los viejos susurros
son otros que la lluvia ha secado hasta el polvo
y ha extraviado ese beso en tus hombros
que dejaron mis dedos de Agosto y ha desecho toda la esperanza
de volver ha encontrar tu llegada y no repetir tu partida Es inútil amor seguir fingiendo todo, pues todo hoy es nada y es todo
y a pesar de todo...te espero”

(El Naufragio de los Océanos – Daniel F)

Y viendo que su alma se conmovía y sus lágrimas encontraban una razón de vida en el canto de su luz, el trovador se llenó de una mágica esencia que le devolvió la vida y le dio una esperanza para no olvidarla y viajar por el mundo mostrando que su canto era la luz que podía conmover hasta el alma más fría y llevarlo con él al enigma tan grato de ser un poeta que canta su alma para que a esa luz de su vida ni en los más oscuros pasos de la luna la pudieran olvidar.
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Esta historia está inspirada en las canciones de Daniel F que a causa de ellas mi alma fue abierta para recordar a la luz que al dejarme me ha dado una enseñanza para vivir mis sueños y luchar más…

(Setil de Bargam – Iquitos)